Desde que Abigor y yo nos habíamos ido a vivir juntos todo había ido bastante bien. Jade había nacido ahí y ahora corría por todos lados tumbando cosas, rayando paredes, quemando objetos... era imparable
Por desgracia Abigor se había tenido que ir, solo dijo que se iba y eso me había puesto realmente triste ya que una vez más mi felicidad se había vuelto pasajera aun cuando creí que iba a durar más de lo que la anterior y simplemente duró solo unos meses.
Ahora pasaba gran parte de los días en casa haciendo cosas para la casa olvidandome de de todo lo demas y concentrandome en parte de mi felicidad que aun tenía, mi hija.